Ignacio
Ramonet
Le Monde
diplomatique. maig / 12
Como una sensación
de asfixia. Es lo que padecen muchos ciudadanos en varios países de la Unión
Europea (UE), afectados por tanta reducción, tanto recorte y tanto ajuste. Una
sensación agudizada por la comprobación de que la alternancia política no
modifica la “furia austeritaria” de los gobernantes.
En España, por
ejemplo, a una sociedad vapuleada por las brutales medidas de ajuste adoptadas
a partir de mayo de 2010 por el Presidente (socialista) José Luis Rodríguez
Zapatero, el candidato del conservador Partido Popular (PP) Mariano Rajoy
prometió, durante la campaña de las elecciones generales del pasado 20 de
noviembre, el “cambio” (1) y “devolver la felicidad”. Venció con mayoría
absoluta. Pero nada más tomar posesión de su cargo, emprendió a su vez la más
agresiva operación de recortes sociales de la historia reciente de España.
Lo mismo ocurrió
en otros Estados; en Grecia, por ejemplo, o en Portugal. Recordemos que, en
este país, en junio de 2011, el socialista José Sócrates, después de imponer
cuatro impopulares programas de “disciplina fiscal” y aceptar un no menos
detestado plan de rescate de la troika
(2), perdió las elecciones. Pero el vencedor conservador, Pedro Passos Coelho, actual
Primer Ministro, muy crítico antes con las políticas de recortes de los
socialistas, no tardó en afirmar, una vez elegido, que para cumplir con las
exigencias de la UE, su objetivo era “aplicar una dosis aún mayor de
austeridad” (3)...
¿De qué sirven
entonces las elecciones si en lo esencial, o sea las políticas económicas y
sociales, los nuevos gobernantes hacen lo mismo (incluso en peor grado) que los
precedentes? Quienes se hacen esta pregunta dudan, de hecho, de la democracia.
En el marco de la Unión Europea, se ha perdido el control ciudadano sobre una
serie de decisiones que determinan la vida de la gente. En realidad, las
exigencias –prioritarias– de los mercados están limitando seriamente el
funcionamiento democrático. Muchos gobernantes (de izquierda y de derecha) están
convencidos de que los mercados tienen siempre razón. Y de que el problema,
según ellos, es precisamente la democracia, el debate público. Prefieren
inversores competentes a “electores inconscientes”.
Por su parte, los
ciudadanos tienen el sentimiento de que, dictada por los mercados, existe en
Europa hoy una agenda oculta con dos objetivos concretos: reducir al máximo la
soberanía de los Estados y desmantelar por completo el Estado de bienestar. Si
quedan dudas a este respecto, basta leer las recientes declaraciones de Mario
Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), en las que afirma: “El
modelo social europeo está muerto y quien dé marcha atrás en los recortes
presupuestarios provocará una sanción inmediata de los mercados (...) En cuanto
al Pacto Fiscal europeo (4), se trata en realidad de un avance político mayor
porque gracias a ese tratado los Estados pierden una parte de su soberanía
nacional” (5). Más claro, imposible.
En realidad
vivimos en una suerte de despotismo ilustrado en el que la democracia se define
menos por el voto o por la posibilidad de escoger, que por el respeto de reglas
y tratados (Maastricht, Lisboa, MEDE (6), Pacto Fiscal) adoptados hace tiempo
o en vías de ratificación ante la indiferencia general, y que resultan
verdaderas cárceles jurídicas sin posible evasión.
De ahí, de nuevo,
las preguntas de tantos ciudadanos defraudados: ¿sirve de algo votar, si
estamos condenados a elegir gobernantes cuya función consistirá en aplicar
reglas y tratados definidos una vez por todas? (7).
Tenemos un caso de
“disimulación democrática” ante los ojos: precisamente el del Pacto Fiscal
europeo. ¿Por qué no existe un debate público sobre este Pacto, actualmente en
vías de adopción, que va a condicionar la vida de millones de ciudadanos? Como
el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) del que depende, ese Pacto
constituye un ataque brutal contra los derechos de los ciudadanos. Obligará
para siempre a los Estados firmantes (entre ellos España) a reducir gastos
sociales, salarios y pensiones. Priorizará además la autoridad de la
Unión Europea sobre las políticas presupuestarias de los Estados miembros. Y
limitará las competencias de los Parlamentos nacionales, restándoles soberanía
y convirtiendo a veces a algunos países en meros protectorados europeos (8).
¿Se puede salir de
semejante situación? Las elecciones presidenciales en Francia abren quizás una
perspectiva. No tanto por los millones de electores que, hartos y desesperados,
votaron por una extrema derecha antieuropeísta y xenófoba. Sino porque el
propio candidato socialdemócrata François Hollande –favorito según todas las
encuestas–, ha prometido, a ese respecto, cambiar las cosas.
Consciente de que
la elección del presidente de Francia afecta el curso de Europa, Hollande
exige, en particular, añadir al Pacto Fiscal un paquete de medidas de estímulo,
solidaridad y crecimiento. Y también que el BCE baje los tipos de interés y
preste directamente a los Estados (y no a los bancos privados) para abrir de
inmediato la senda de la recuperación.
Aunque los cambios
demandados son mínimos y sin duda insuficientes, Hollande se opone a la
canciller alemana Angela Merkel y al Bundesbank, quienes dictan en realidad las
políticas económicas y financieras de la UE. Pero el socialista francés precisó
que si Alemania no aprueba estas modificaciones, Francia no ratificará el Pacto
Fiscal.
¿Qué pasará si,
una vez elegido, Hollande mantiene su idea de sacar a Europa de la “opresión
austeritaria” y de la recesión, impulsando reformas estructurales y estimulando
el crecimiento? Dos cosas pueden ocurrir. Primera posibilidad: los mercados,
como avisó Mario Draghi, atacan de inmediato a Francia y la ponen contra las
cuerdas; Hollande se acobarda, da marcha atrás, acaba inclinándose como
sus amigos socialdemócratas Zapatero, Sócrates y Papandreu ante la especulación
y se convierte a su vez en el líder de izquierda más impopular de la historia
de Francia.
Segunda
posibilidad: sabiendo que en la UE nada se puede hacer sin Francia, segunda economía
de la zona euro (y quinta del mundo), Hollande mantiene su posición y la
radicaliza. Decide apoyarse en la movilización de las fuerzas
populares europeas (empezando por las del Frente de Izquierda de Jean-Luc
Mélenchon), recibe el soporte de muchos gobiernos europeos partidarios asimismo
de políticas de estímulo y de crecimiento; consigue modificar la línea del
BCE-Bundesbank. Y acaba por demostrar que cuando, en una democracia, el mandato
del pueblo coincide con una firme voluntad política no hay objetivo que no se
pueda alcanzar.
(1) “Súmate al
cambio” fue su lema de campaña, copiado del que utilizó el Presidente chileno
Sebastián Piñera (derecha) en su carrera electoral victoriosa de 2010.
(2) Constituida
por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario
Internacional.
(3) Jornal de Noticias,
Lisboa, 29 de febrero de 2012. Las políticas austeritarias de Passos Coelho
están conduciendo a Portugal a una catástrofe social semejante a la de Grecia;
el 15% de la población activa está sin empleo (35% de los jóvenes), 25% de los
portugueses se halla bajo la línea de la pobreza, y se calcula que, este
año, la recesión será del 3,3%. En los últimos seis meses ha habido ya
dos huelgas generales: el 24 de noviembre de 2011 y el 22 de marzo de 2012.
(4) Impulsado por
Alemania, el Pacto Fiscal o Tratado para la Estabilidad, la Coordinación y la
Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria, fue firmado el 2 de marzo de 2012
en Bruselas, con la excepción del Reino Unido y de la República Checa, por 25
Estados de la UE. Obliga a cada país firmante a incluir en su Constitución un
límite de déficit estructural del 0,5% y contempla sanciones automáticas para
quienes sobrepasen el 3%. Su entrada en vigor está prevista para el 1 de enero
de 2013.
(5) The Wall Street Journal,
Nueva York, 23 de febrero de 2012.
(6) Mecanismo
Europeo de Estabilidad, organismo intergubernamental creado por el Consejo
Europeo (los 27 jefes de Estado y de gobierno de la UE) en marzo de 2011.
Entrará en vigor el 1 de julio de 2012. Sustituye al Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera (FEEF) y al Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera
(MEEF).
(7) Léase:
Christophe Deloire, Christophe Dubois, Circus
politicus, Albin Michel, París, 2012.
(8) Léase: Ignacio
Ramonet, “Nuevos protectorados”, Le
Monde diplomatique en español, marzo de 2012.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada