És un plaer compartir records i compromís de present i futur amb tres bons amics. Article publicat originalment a Diario de Mallorca (02-V-2016) signat per Rafael Borràs, Manolo Cámara, Ricardo Caro, i Ginés Díez.
El 5 de junio de 1986 se desarrolló una importante huelga en el sector de
la hostelería de las Islas Baleares. Se cumplen, pues, treinta años de una
conflictiva negociación del V Convenio Colectivo
de Hostelería de Baleares en la que -junto a cientos de sindicalistas y miles
de trabajadores y trabajadoras- participamos en primera línea. La jornada de
huelga de aquel jueves era la primera de una convocatoria que se extendía a los
días 13, 14 y 27 de junio, y 2 y 3 de julio, y cuya plataforma reivindicativa
sindical era, sucintamente, la siguiente: 1.- Asegurar el llamamiento
obligatorio de todos los Fijos Discontinuos cada año, con un periodo
garantizado de contratación igual a la media de los contratos de los tres
últimos años. 2.- Incremento salarial del 9.75%. 3.- Reducción de jornada de
trabajo (menos horas semanales o más vacaciones). 4.- Mejoras de las
condiciones de trabajo como, por ejemplo, mejoras retributivas en las horas
nocturnas, salud laboral, formación profesional, o jubilación anticipada. 5.-
Ampliación de los derechos sindicales.
El éxito de seguimiento del movimiento huelguístico del 5 de junio permitió
que a las 02,00 horas del día 12 –unas horas antes de activarse nuevamente la
huelga- se llegase a un pacto que permitió su desconvocatoria. Los que
suscribimos este articulo fuimos firmantes, en representación de CCOO, junto a
los compañeros de UGT Jesús Pérez, Toni García y Lorenzo Bravo, del acuerdo que
daba plena satisfacción a las demandas de los sindicatos y de los y las huelguistas.
Hay que recordar que aquel fue el Convenio Colectivo en el que los salarios y
todos los conceptos retributivos crecieron más del 9%, se fijaron los 35 días
de vacaciones al año, se mejoraron las cuestiones relacionadas con la salud
laboral, la formación, la jubilación anticipada, los derechos sindicales etc.
Pero, sobre todo, se consiguió la principal reivindicación: que, a partir del
año1987, los Fijos Discontinuos tuvieran un periodo de contratación
garantizado. Este fue un hito sin precedentes y lo que nos parece más importante
hoy, treinta años después, recordar.
Para entender la relevancia de esta conquista hay que echar una mirada a
los precedentes: El año 1985 fue el año de la firma del Tratado de Adhesión de
España a la CEE, el año en que Mijail Gorbachov asumió el poder en la URSS a la
vez que mundialmente se vivía la resaca de la reelección de Ronald Reagan como
presidente de EEUU. Pero, para lo que motiva estas líneas, lo trascendental es
que en aquel año se llegó a la mayor radicalidad entre el Gobierno de Margaret
Thatcher y el sindicato británico de la minería por el cierre de la industria
minera, y, además, las políticas económicas ultraliberales aplicadas por los
gobiernos conservadores británicos llegaron a su cenit, con lo que se produjo
un drástico descenso de la renta disponible de las clases medias y medias bajas
de Gran Bretaña. El ajuste en la capacidad de consumo afectó mucho al gasto en
vacaciones con lo que se provocó una gran crisis del turismo de masas,
especialmente sensible en Baleares, cuyo mercado turístico emisor era muy
mayoritariamente el británico.
Los hoteleros isleños reaccionaron disminuyendo el empleo y no contrataron
a miles de personas eventuales ni llamaron a incorporarse a sus puestos de
trabajo a la mayoría de los Fijos Discontinuos, o los llamaron por unos
periodos de trabajo de cuatro/cinco meses. Recuérdese que en aquella época las
temporadas turísticas permitían trabajar, en la
mayoría de las zonas turísticas, periodos
anuales entorno a los nueve meses.
Aquel verano de 1985 -en el que, por cierto, la prensa insular se refería
en sus titulares a la situación creada indistintamente como “crisis de los
británicos” o “crisis de los fijos discontinuos”- vivimos historias de todo
tipo. Desde épicas visitas de sindicalistas a los pueblos del sur de la península
para explicar qué sucedía en las Islas, hasta el drama personal y familiar de
quienes se quedaron sin trabajo, y sin prestación de desempleo porque no habían
cotizado el tiempo legalmente requerido. Hay advertir que esta “crisis de los
fijos discontinuos” no provocó más despidos individuales o colectivos de los
habituales. Sencillamente, se hizo uso de la legalidad y no se les llamó a
incorporarse a su trabajo.
El movimiento sindical se planteó que una situación así no se podía repetir
y, en este sentido, la propuesta fue que el Convenio Colectivo tenía que
regular que el llamamiento de los Fijos Discontinuos fuera obligatorio y que se
les debía garantizar un periodo mínimo de ocupación anual. No viene al caso
entrar en detalles técnicos, pero la cuestión es que se luchó -la huelga del 5
de junio de 1986 es un buen ejemplo- para “civilizar” al capitalismo turístico
balear, y se consiguió. Fue una conquista sindical que, entre otras cosas, permitió
que en los años siguientes muchas familias tuvieran unos ingresos más o menos
garantizados que, sin duda, contribuyó a
un progreso social un poco más equilibrado. Luego vinieron, hasta llegar a la
actual, otras crisis con distintas respuestas sindicales, que, obviamente, no
podemos ni queremos abordar en estas líneas.
Pero si que afirmamos que en nuestra opinión conviene recordar, sin ninguna
nostalgia, episodios de la lucha sindical como los de la huelga de hostelería
de junio de 1986. No vaya a ser cosa que alguien piense que si el capitalismo
de hace treinta años -aún no había caído el Muro de Berlín- campaba con más
complejos que ahora mismo, fuera por voluntad propia. En cualquiera caso,
estamos, en general y muy en particular por lo que al movimiento sindical se
refiere, muy lejos del fin de la historia.
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