Publicat
originalment a Diario de Mallorca (17-04-2024)
A finales del pasado mes de marzo falleció Ricardo Caro
López. A los “nadies” de Eduardo Galeano no se les suele despedir con
obituarios en los medios de comunicación. En el caso que nos ocupa, sería una injusticia
que, salvo en los círculos más cercanos, las personas, especialmente personas
trabajadoras de hostelería, que lo conocieron y le agradecieron sus desvelos
por mejorar las condiciones de trabajo, ganar derechos laborales y defender su
aplicación, no supieran de su muerte. Lamentablemente, no sabré si Ricardo Caro
aprobaría que escriba estas palabras públicas en su recuerdo, estima, aprecio y
respeto. Pero creo necesario hacerlo Él, siguiendo con Galeano, fue una de esas
personas “que no son, aunque sean”.
Ricardo Caro fue un militante y dirigente del
sindicalismo de las Islas Baleares, concretamente militó en CCOO donde fue
secretario general de su Federación de Hostelería y Turismo. Digo bien, militó
en el sindicalismo, y desde esa militancia (palabra en desuso en los tiempos
actuales de neoliberalismo total), fue para mí un referente de los, en palabras
del historiador Xavier Domènech Sampere, “valores, actitudes y acciones que
estuvieron también en la base de la lucha antifranquista en los sectores populares,
en cuyo impulso encontramos parte de nuestras libertades y de la articulación
de derechos sociales, al igual, que en sus derrotas, parte de nuestro
presente”.
Ricardo fue uno de esos otros pioneros del turismo de
Mallorca que vino de su Andalucía natal. Uno más de los precursores que, por
ser de los proletarios turísticos de los años sesenta del siglo pasado, esta
sociedad ha reconocido institucionalmente entre poco y nada. Ricardo se integró
en la sociedad mallorquina desde la complejidad sociológica, política,
cultural, lingüística, etc. de S'Arenal de Mallorca. Allí vivió y trabajó como camarero
de bar en un hotel en el que, por cierto, sufrió un accidente de trabajo que le
provocó una discapacidad que le obligó a convivir con una creciente reducción
de la movilidad. A pesar de esta dificultad, nunca cayó en la burocratización
de sindicalista de despacho o “red social”. Ricardo Caro me enseño la
importancia de estar a pie de tajo, en este caso, a pie de hotel para contactar
y dialogar directamente con las trabajadoras y trabajadores. Si se me permite
una cierta hipérbole, las puertas de personal, los bares, y los comedores de
los trabajadores y trabajadoras de los hoteles fueron durante años
privilegiados espacios de organización y acción sindical.
El sindicalismo al que me dediqué activamente, el de los
años 80 del siglo pasado y hasta la primera década del actual, no necesitó
heroicidades propias de la lucha antifranquista, ni sufrió las extremas
dificultades de los primeros aprendizajes para ejercer la libertad sindical, y,
consecuentemente, la negociación colectiva. Aprendimos el “oficio” de
sindicalista teniendo como referentes a los y a las que se iniciaron antes y
nos precedieron. Ricardo Caro fue, para mí, además de un buen compañero, un
maestro. Su maestría no vino ni de la academia, ni de un sesgo
político-partidista acentuado, vino de la, ¡vade retro Satanás!, lucha de
clases. Al menos en el tiempo en que trabajamos codo a codo en el sindicalismo,
Ricardo Caro tuvo clarísima su pertenencia al pueblo de la clase obrera. Quizás
por eso creo no exagerar si digo que, aún ahora, en el Convenio Colectivo de
Hostelería de las Islas Baleares se aprecia la huella de Ricardo. Él, con otros
compañeros y compañeras de UGT y de CCOO, fue de los que consiguieron esta
norma laboral que, con el paso de los años, a la acción sindical del presente
no parece interesarle cambiar en lo estructural.
La primera negociación del Convenio Colectivo de
Hostelería de las Islas Baleares en la que participé en representación de CCOO y
bajo el liderazgo de Ricardo Caro fue la de 1986. Hace unos años, cuando se
cumplían 30 de aquella conflictiva negociación colectiva, publicamos en estas
mismas páginas de Diario de Mallorca un artículo que titulábamos “La huelga de
hostelería de 1986, fijos discontinuos y sindicalismo”. Lo firmamos Manolo
Cámara, Ricardo Caro, Ginés Díez y quien suscribe estas líneas. Si la memoria
no me falla, fue la, digámoslo así, última aparición pública al lado de Ricardo
Caro. Acabamos aquellas reflexiones afirmando que “… estamos, en general y muy
en particular por lo que al movimiento sindical se refiere, muy lejos del fin
de la historia”. En cualquier caso, en la pequeña historia local de la
conquista y defensa de derechos sociolaborales, Ricardo Caro tiene una más que
merecida mención.
Amigo, compañero, camarada Ricardo: Junto a sindicalistas
imprescindibles, como Juana Bernal que nos dejó unos días antes de que lo
hicieras tú, hiciste cuanto pudiste para hacer algo menos injusta esta
sociedad. Gracias por ello. Espero y deseo que tu ejemplo sirva para seguir en
la lucha de trasformación social de muchos y muchas sindicalistas en esta
compleja situación actual. Porque, en palabras del gran Eric Hobsbawm, “la
alternativa a una sociedad transformada, es la oscuridad”.
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