Publicat originalment a Sin
Permiso (05-11-2023)
El fin de semana pasado se celebró en Palma (Mallorca) la
Contracumbre Social del Turismo, convocada por un buen número de entidades y
organizaciones de la sociedad civil isleña. Se organizó en contraposición a la
celebración, los días 30 y 31 de octubre, de la cumbre de los ministros de
turismo de los 27 estados miembros de la Unión Europea, con motivo de la
presidencia española del Consejo de la UE.
No era la primera vez que un consejo informal de
ministros/as de turismo europeo se reunía en Mallorca. La anterior reunión se
celebró en el año 1995. Es interesante recordarlo porque en el año
inmediatamente anterior al de la primera cita ministerial europea habían
llegado a las Islas Baleares un total de 7,9 millones de turistas. El número de
llegadas turísticas del año 2022 alcanzó la espectacular cifra de 16,4
millones. Estos datos hablan por sí solos de la impresionante huella sobre un
territorio pequeño, fragmentado y frágil (recursos naturales, infraestructuras,
convivencia residente-visitante, etc.)
Es pertinente recordar también que hace 18 años los
responsables turísticos europeos ya hablaron de los problemas que ocasionaba
esa huella turística, a lo que añadían su supuesta preocupación por las
necesidades de mano de obra, o las condiciones laborales. Trascurridos
dieciocho años, la cumbre oficial de este año se ha celebrado en torno a un
eslogan sonrojante: "El camino hacia la sostenibilidad social del turismo
en la UE" (sic). Otro bla, bla, bla, burocrático-institucional que no es otra
cosa que un reconocimiento, repleto de subterfugios, pero explícito, de que el
capitalismo turístico está absolutamente resuelto a ignorar las lecciones de la
pandemia del covid-19 y las advertencias de la comunidad científica.
Es evidente que las lecciones pandémicas y la ciencia
recomiendan decrecimiento turístico, y, en consecuencia, reducir el
insostenible (económica, social y democráticamente) monocultivo turístico;
proporcionar mucha mayor protección al trabajo asalariado y autónomo del sector
del turismo; y avanzar en la garantía de la existencia material de las clases
subalternas, independientemente de los mercados de trabajo.
Por eso tenía tanto sentido convocar la Contracumbre
Social del Turismo para debatir sobre la otra cara del turismo, sobre las
verdades incómodas del modelo neoliberal desatado de turistificación en el
contexto del actual capitalismo voraz. Verdades en términos de aportación de la
industria turística al calentamiento global, de negación de calidad de vida a
las personas residentes, de crecimiento de las execrables desigualdades
sociales, de las múltiples –y estructurales- precariedades (no solo laborales)
que genera el turismo, de la incompatibilidad entre turistificación y ejercicio
de verdad del derecho a la ciudad (o a la isla, en nuestro caso), etc. En fin,
se trataba de compartir análisis críticos e imaginar futuros deseables para
desdecir el nefasto pensamiento de la inevitabilidad de lo que hay. Y,
efectivamente, en los debates de la Contracumbre Social del Turismo se ha hecho
mucha diagnosis de la situación alternativa al discurso mainstream.
La contracumbre de los movimientos sociales se articuló
sobre los siguientes contenidos: En los actos previos se celebraron dos
importantes mesas redondas: “Por un modelo turístico que no nos empobrezca”,
organizada por el movimiento vecinal de la ciudad de Palma, fue el título y el
contenido de la primera de ellas. La segunda llevó el título de “Menos
cruceros, más vida. Una lucha global”, y estuvo organizada por la Plataforma
contra los megacruceros y el Fórum de la Sociedad Civil. Ya en la contracumbre,
propiamente dicha, los debates giraron en torno a: 1. Transporte y turismo; 2.
Turismo y cambio climático; 3. Precariedad laboral y turismo; y 4. La sociedad
turistizada (género, migración, antirracismo, prostitución, espacio público,
vivienda, vecindad y cotidianidad).
Las organizadoras de la Contracumbre Social del Turismo
me propusieron que interviniera en el debate sobre precariedad laboral. Lo que
sigue es una versión algo más extensa de mi intervención inicial en el debate:
Cuatro aspectos para una diagnosis alternativa al
mainstream.
1. El concepto precariedad se ha asociado demasiado –casi
en exclusiva- al ámbito del mundo del trabajo, especialmente del trabajo
remunerado, como si en los ámbitos de los trabajos no remunerados, tan
esenciales como los de cuidados de la vida, no existiera precariedad, entre
otras cosas, por las relaciones derivadas del sistema de poder patriarcal.
Es lógico que sea así por, en mi opinión, dos razones
principales: a) El trabajo remunerado continúa siendo el mecanismo principal de
redistribución de la riqueza generada. b) Continúa habiendo un importante
sector de la sociedad –y del pensamiento crítico- que, contra toda evidencia,
sostiene que "la clase obrera" sigue siendo el sujeto revolucionario
principal. Yo, dicho sea de paso, soy - siguiendo entre otros a Sandro
Mezzadra- más del “movimiento de movimientos y la multitud" como verdadero
sujeto del cambio.
Sea como sea, la precariedad actual es un constructo
sociopolítico fruto de décadas de retrocesos en seguridades vitales. Es un
triunfo del neoliberalismo que ha conseguido instaurar un modelo de sociedad en
el que sólo la gente rica y muy rica tiene seguridades vitales.
Creo que no prestamos suficiente atención a lo siguiente:
La generalización de las precariedades pone en crisis el modelo de
representación democrática. Estamos en presencia de sociedades
desdemocratitzadas, sin impulso igualitario como consecuencia de la
derechización de las izquierdas partidistas ¡Abandonar el objetivo de acabar
con la desigualdad social, sustituyéndolo por un inconcreto objetivo de
disminuirla, tiene evidentes consecuencias!
Las sociedades de las precariedades múltiples son, en
definitiva, los "Estados de inseguridad" de los que nos habla Isabell
Lorey en "Estado de inseguridad. Gobernar la precariedad", donde se
gobierna la inseguridad y la precariedad para que nada sustancial cambie; donde
las mayorías sociales sufren, con más o menos intensidad, toda una gama de
angustias.
Esas precariedades (laboral, existencial, sanitaria,
habitacional, cultural…) ejercen hoy el efecto de disciplinamiento social de
las clases subalternas que antaño ejercía el “ejército industrial de reserva”
(Karl Marx).
2. Las sociedades turistificadas son sociedades con
precariedad democrática. He aquí algunos ejemplos que justifican esta
afirmación:
a) Se impone una "ideología oficial”. Unos
mecanismos públicos o publico privados de turistificació masiva de las mentes,
de alienación turística. Es sabido que en el neoliberalismo global "es más
fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo". En las
sociedades turistificadas, imaginar el fin del crecimiento turístico infinito
es tan difícil como imaginar el fin del capitalismo. El pensamiento crítico
radical sobre los efectos de la turistificación deviene en algo casi delictivo,
y, en el mejor de los casos, marginable del debate público.
b) Son sociedades con una brutal carencia de
transparencia democrática. Por ejemplo: Se oculta la cuantía del gasto público
en promoción turística, o se niega el debate público institucional de informes
como el de Greenpeace que explica los mecanismos de ingeniería legal de las
compañías aéreas –con colaboración de las instituciones- para saltarse la
prohibición que la UE hace al otorgamiento de subvenciones públicas directas.
El ejemplo más escandaloso de déficit en trasparencia
democrática de las sociedades turistificadas es, quizás, el negacionismo y el menosprecio
hacia la ciencia que practican. No cabe calificar de otra manera que, en el
caso de las Islas Baleares, se menosprecien las recomendaciones del Comité de
Expertos para la Transición Energética y el Cambio Climático de las Islas
Baleares, y se obvie la ciencia sociológica y estadística, para, como se ha
propuesto, instaurar indicadores socioambientales cualitativos más allá de los
neoclásicos, o, en el colmo del negacionismo, la resistencia a medir, con los
criterios que establece la UE (que no es precisamente un comando ecosocial
radical), el volumen y las causas de la pobreza laboral que genera el turismo.
3. Aunque resulte increíble, en este diagnóstico de
situación no se puede obviar que persiste la nula voluntad política de superar
la dificultad de delimitación del trabajo turístico. Y, sin embargo, seguro que
el empleo turístico es el grueso de ocupación laboral[i]
que configura la situación de pleno empleo en las Baleares.
Según los resultados de la recientemente publicada
Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al tercer trimestre de 2023
-los tres meses de mayor llegada de turistas-, la cifra estimada de personas
ocupadas fue de 675.500, la tasa de actividad del 67,22%, y la de paro el
5,72%. La primera es la más alta y la segunda la más baja del Reino de España.
Son cifras que, con leves variaciones, se registran durante todo el año. Por tanto,
las autoridades gubernativas, las patronales y los grandes sindicatos no
tienen, más bien al contrario, ningún reparo para elogiar acríticamente una situación de
pleno empleo.
Pero hay otra cara en estas cifras de empleo: La
precariedad. Por ejemplo, este verano un 40% de las personas asalariadas tenía
una antigüedad del contrato de menos de un año, y casi 1 de cada 4 de estas
personas asalariadas tenían una antigüedad en la empresa de menos de un año.
Con la barra libre, y a precio de saldo, del despido, es trabajo intensamente
precario, sin seguridad. Otro aspecto de esta otra cara de las cifras de empleo
es la existencia de ángulos muertos de precariedad laboral turística: Alquiler
turístico, industria del lujo, cruceros y la siempre ocultada explotación
laboral, es decir, aquellas prácticas empresariales –muy frecuentes en ámbitos
turísticos- consideradas delitos contra los derechos de los trabajadores en el
Código Penal.
Estas precariedades explican, en parte, que el pleno
empleo no consiga mejorar las cifras de riesgo de pobreza. Según un reciente
informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Socia de
Baleares (EAPN-IB) sobre el Estado de la Pobreza en las Islas Baleares 2023, el
indicador AROPE de 2022 (que incluye la tasa de pobreza, la privación material
y social extrema, y la baja intensidad de trabajo en el hogar) se sitúa en el
21,5% de la población. Más de 252.000 personas están en riesgo de pobreza y/o
exclusión social, y 200.000 por debajo del umbral de la pobreza, como
consecuencia de la baja intensidad de trabajo en el hogar y la privación
material y social severa.
La magnitud del riesgo de pobreza pone de manifiesto que,
junto a la extraordinaria turistificación y los sonrojantes beneficios
empresariales, el trabajo retribuido (especialmente el asalariado) no recupera
su capacidad de asegurar inclusión social y la afectación de este riesgo
alcanza, al menos en términos de inseguridad, a la, digámoslo así, “clase
media”. Por eso no es arriesgado afirmar que la “clase angustiada” se ensancha.
Y, paralelamente, se acrecientan los riesgos psicosociales, los problemas de
salud mental, la medicalización en general, y la de ansiolíticos en particular.
En fin, el fantasma de la posible exclusión social está muy asociado a las
sociedades turistificadas en régimen de monocultivo turístico.
En cualquier caso –y esto es lo importante–, la cuestión
no es si la situación laboral es de pleno empleo o no. La cuestión es si hemos
superado las dinámicas estructurales que refuerzan la precariedad laboral y
acentúan la devaluación del trabajo en el turismo (no me detendré al
enumerarlas, pero, para una aproximación al tema –y al de la complejidad de
determinar qué es empleo turístico– recomiendo leer a Ernest Cañada en
"Turistificación Global"). No obstante, avanzo que estas específicas
tendencias turísticas a la precarización del trabajo tienen que ver con las
relaciones extraordinariamente desiguales de poder.
En cualquier caso, para lo que discutimos en esta
Contracumbre Social del Turismo, la cuestión verdaderamente relevante es la
siguiente: ¿Pleno empleo para qué modelo de sociedad?, ¿Un modelo social de
"zona de sacrificio"? Es decir, ¿Modelo de sociedad de territorio
habitado que sufre permanentes impactos socioambientales negativos como
consecuencia de una actividad industrial –el monocultivo turístico- altamente
contaminante? Es muy pertinente recordar que en la definición canónica de zonas
o áreas de sacrificio se especifica que, originalmente, funcionaron como una
promesa de mejora de las condiciones económicas y de desarrollo de las
comunidades locales.
Una última cuestión sobre esta parte del diagnóstico. El
gran historiador Eric Hobsbawm, a su obra "Historia del siglo XX",
sostiene que, en la pos segunda gran guerra en los países capitalistas, excepto
contadísimas excepciones (Hong Kong), existió un gran compromiso político de
los gobiernos con el pleno empleo, pero, a la vez, su compromiso con la
reducción de las desigualdades económicas fue bastante menor ¿Es este -en la
época en que los efectos de la crisis climática será (¡ya lo es!) un
poderosísimo factor de desigualdad- el modelo de sociedad balear del
"pleno empleo"? Tengo la impresión de que "Pleno empleo"
sin transición de modelo económico y social de verdad es una indeseable
repetición de la historia.
4. El cuarto aspecto de este diagnóstico tiene que ver
con la escasísima conflictividad laboral en los sectores troncales del turismo.
Hoy en las Islas Balares hay casi dos generaciones de trabajadores y
trabajadoras de, pongamos por caso, la hostelería y la restauración que nunca
han hecho ni han vivido una huelga.
Otro sindicalismo debería ser posible, pero noticias como
que "Los hosteleros
quieren crear el mayor plan de pensiones
de España" no parece que anuncien una etapa de intensificación de la
conflictividad laboral.
Las moderadoras de la mesa “Precariedad laboral y
turismo” nos habían pedido dos propuestas que fueran más allá del corto/largo
plazo. No en balde, la mesa se subtitulaba “Regenerado nuestros imaginarios”.
No fue una tarea fácil, pues imaginar el futuro turístico
y del trabajo turístico con las incertidumbres que provocan la crisis
climática, la inteligencia artificial, y la estupidez humana es un asunto
propio de la teoría de la complejidad de Edgar Morin.
En cualquier caso, he aquí dos ideas que, en mi opinión,
dan sentido a las luchas y propuestas concretas de hoy y de pasado mañana.
Me gusta imaginar una Mallorca (y todas las “zonas de
sacrificio” del mundo que lo son como consecuencia de la turistificación) que:
1. Por los efectos sostenidos en el tiempo de una Renta
Básica Universal e Incondicional (RB), y de la aplicación de la “Ley de bienestar
para las generaciones presentes y futuras de las Islas Baleares” ha transitado por
una estrategia integral de decrecimiento turístico, en la que han desaparecido
las diversas angustias de las clases no estrictamente ricas y muy ricas, se ha
superado la insostenibilidad democrática de las grandes desigualdades, donde
las clases subalternas tienen garantizada la existencia material al margen del
mercado de trabajo, y se ha sustituido el PIB como el indicador macroeconómico
supremo por un indicador de calidad de vida con criterios de consumo
ecosociales.
2. Ha dejado de ser una plataforma de multinacionales turísticas
que exportan estractivismo medioambiental y cultural, y negación de la efectiva
aplicación de los DDHH (de la declaración que este año cumple 75 años y de los DDHH emergentes). Me gusta
imaginarme que todo ello ha sido conseguido mediante un no descafeinado “Instrumento
internacional jurídicamente vinculante sobre empresas y derechos humanos” del que los
movimientos sociales de Mallorca (y del mundo) hayan sido fundamentales en su
consecución.
Coda: El colofón de la Contracumbre Social del Turismo
fue la manifestación de la tarde del lunes, 30 de octubre. La mera convocatoria
ya fue un éxito. No es poca cosa la valentía de que una pluralidad de
organizaciones, en un contexto de desmovilización y de transformación del
modelo de “Todo Turismo” en uno de “Tiranía Turística”, convocaran a la
ciudadanía mallorquina a reclamar "Menos turismo, más vida". Que la
manifestación fuera muy concurrida fue un indicativo de que el hartazgo del
estractivismo turístico sobre las vidas de las personas residentes va en
aumento.
Timothy Snyder, en su libro "Sobre la tiranía" -muy pertinente en los tiempos que nos toca vivir, resistir y luchar-, afirma: "Solo somos libres cuando somos nosotros mismos quienes trazamos la línea entre cuando nos ven y cuando no nos ven"[ii]. La manifestación demostró que es posible movilizarse contra esa Tiranía Turística ¡Que podemos ser libres, porque nos vieron!
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