Opinions que
m'interessen especialment:
Nicolás Sartorius . El
País 6 abril 2013
I. No me refiero con este título a ningún pasaje bíblico. Me ha surgido de
alguna neurona del cerebro ante la indignación que me produce comprobar la
inconmensurable cantidad de dinero que se esconde en los paraísos fiscales con
el fin de eludir el pago de los impuestos. En un reciente estudio de la Tax
Justice Network se afirma que la cifra de riqueza financiera privada que se
oculta al fisco, en más de 80 “jurisdicciones secretas” alcanza, como mínimo,
entre 21 y 32 billones de dólares, es decir, más o menos el doble del PIB de EE
UU. De esta ingente cantidad, la mitad la manejan los 50 bancos privados más
importantes del mundo y, el resto, bancos más pequeños, compañías de seguros,
sociedades de inversión, hedge funds, etcétera. Dinero, en unos casos de
origen legal y, en otros, producto de los más variados tráficos ilícitos
—corrupción, drogas, armas, seres humanos, expolio de dictadores— que se puedan
imaginar. Los lugares donde este dinero se cobija fue revelado por la OCDE en
su “lista negra” del año 2000 y entre ellos se encuentran las Bermudas, islas
Caimán, Antigua, islas del Canal (Reino Unido), Mónaco, Gibraltar (Reino
Unido), Islas Vírgenes Británicas, Lichtenstein, Singapur, Hong Kong (véase Paraísos
fiscales, de J. L. Escario. Fundación Alternativas. Editorial Catarata). La
cifra evadida es gigantesca si tenemos en cuenta que en un estudio del Credit
Suisse de 2011 se evalúa el PIB mundial en 231 billones de dólares, lo que significa
que el 10% o 1 de cada 10 dólares se encuentran en estos “paraísos”. Según el
mismo informe de la TJN, los elegidos, no se sabe por qué dios, para gozar de
estos paraísos no son más que 91.000 personas, el 0,001% de la población
mundial, que poseerían el 50% del total ocultado. Es fácil imaginar que si esa
masa de dinero tributase al tipo legal establecido en cada país de origen de
los fondos, la recaudación de los Estados alcanzaría cifras suficientes para
financiar varios planes marshallen distintas regiones del globo y, en
todo caso, varias veces lo dedicado a cooperación al desarrollo a escala
mundial. De aquí que lo que para una insignificante minoría es un “paraíso”
para la inmensa mayoría es el “infierno”. Pero ¿por qué llamamos paraíso a lo que
es una cueva de delincuentes? Según nuestro Código Penal -similar al de otros
países- todo aquel que defrauda a Hacienda por encima de 120.000 euros de cuota
tributaria comete delito y debería estar en la cárcel. Las prisiones, según
esas cifras, deberían estar llenas de este tipo de delincuentes y, no obstante,
están vacías.
II. En el caso de España, este artículo
se podría titular “vuestra evasión fiscal es su desempleo y/o pobreza”. Para mí
es difícil saber qué proporción del dinero de los “paraísos” pertenece a
españoles, pero seguro que lo hay si pensamos que el 80% de las empresas del
Ibex 35 tienen filiales en dichos “edenes”. Lo que también se sabe es que el
fraude fiscal en nuestro país se sitúa entre el 20% y el 25% del PIB, es decir,
entre 200 y 250.000 millones de euros sobre un PIB de 1 billón. Si aplicásemos
a esa parte del PIB sumergido la misma presión fiscal que a la riqueza
emergida, aproximadamente un tipo del 30%, obtendríamos una recaudación de
entre 60.000 y 75.000 millones de euros, casi el triple de lo que España abona
en intereses de la deuda, todo el déficit de este año, o entre 6 y 7 puntos del
PIB.
Las conclusiones que se pueden sacar son bastante
claras: primera, es falso que las pensiones o el Estado de bienestar sean
insostenibles por falta de fondos. Es obvio que si los pudientes y grandes
multinacionales no pagan impuestos, se evade más del doble que en Europa,
concedemos amnistías fiscales, etcétera, nuestros derechos sociales se
evaporarán. Segundo, es falso que la política de austeridad sea inevitable.
Aquí no se ha vivido por encima de nuestras posibilidades, ni se ha gastado
demasiado, aparte golferías bien conocidas. Aquí ha habido una fuga de dinero a
los “paraísos”, una evasión masiva de impuestos, un descenso de recaudación no
solo por la crisis, sino porque hay bancos y multinacionales cuya contribución
al fisco es de risa histérica. El caso de Apple multiplicando sus ventas y
recibiendo dinero de Hacienda es un escándalo y no es el único ejemplo.
Tercero, es falso que el problema haya sido la deuda pública, que cuando empezó
la crisis era la más baja de la UE (36% del PIB). La responsabilidad está en la
crisis financiera, en la deuda privada, en los regalos fiscales de los
Gobiernos y en la truhanería de los que no pagan impuestos. Tenemos un sistema
fiscal aberrante en el que una renta media del trabajo tiene una presión fiscal
superior al 40% entre IRPF e IVA, mientras las personas más ricas y grandes
empresas cotizan mucho menos a través de exenciones, bonificaciones, sicavs,
transacciones internas, evasiones y paraísos. Se calcula que la elusión fiscal
de las multinacionales en España alcanza el 60% de los beneficios.
III. Este escándalo fiscal es lo que
está provocando que España pague intereses prohibitivos por su deuda; que no se
pueda invertir en lo que necesitamos: I+D+i, educación, sanidad,
infraestructuras, servicios sociales; que no podamos relanzar la economía e ir
reduciendo el desempleo. ¿Por qué los Gobiernos no combaten con energía esta
situación? En la cumbre del G-20 en Londres (2009) se dijo: “La era del secreto
bancario ha terminado”. Ahí siguen los paraísos, cada vez más boyantes. Quizá
ello se deba a que no es la democracia —los ciudadanos— los que mandan sobre el
dinero, sino este sobre los que dirigen aquella. En mi opinión, es sobre esta
cuestión decisiva en la que tienen que centrar su atención y acción los
sindicatos, los partidos, los movimientos sociales, los medios de comunicación.
Aquí es donde está la corrupción a lo bestia. Para cuándo concentraciones al
son de “tu paraíso es mi infierno”, “tu evasión fiscal es mi desempleo”.
Nicolás
Sartorius es
vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada